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Ciudad de Córdoba, Argentina
Durante 2020, Fundación Plurales estuvo diseñando un Protocolo contra la violencia de género. Este documento genera un marco reglamentario y procedimental ante situaciones de violencias que tengan lugar al interior o exterior de cada organización.
Históricamente trabajamos con mujeres y fuimos incorporando la perspectiva de género a nuestras prácticas y acciones. Trabajamos desde la prevención y sensibilización sobre violencia de género. Pero cuando ocurrió una situación de abuso en la que está involucrada una persona que forma parte de las organizaciones con las que trabajamos, nos vimos en la necesidad urgente de plasmar en un documento normativo esas situaciones conceptualizadas como violencia de género. Entonces, acompañamos técnicamente y judicialmente a la persona que realizó la denuncia de abuso y definimos generar una herramienta que deje en claro qué situaciones no se tolerarán, tanto en el trabajo interno como en el que realizamos con las organizaciones en los territorios.
Verónica Luna, presidenta de Fundación Plurales y una de las que participó del proceso, cuenta que “es un documento vivo que vamos a ir revisando y modificando a medida que lo requiera. Lo importante es que lo vamos incorporando a la vida de las organizaciones como un marco, un encuadre más, para el trabajo colectivo que hacemos”.
En el mes de abril de este año, cuando finalmente pudimos volver al territorio, presentamos el documento de manera personal, explicarles, contarles de qué se trata. Con la intención de que lo puedan revisar de manera colectiva, realicen todas las consultas que tengan y lo firmen como un acuerdo.
“Tuvo una muy buena recepción por parte de las organizaciones, sobre todo por parte de las mujeres. Fueron las que manifestaron abiertamente lo útil del documento como un instrumento, como una posibilidad de revisión de las prácticas de la vida cotidiana dentro de las organizaciones”, cuenta Verónica.
El protocolo no se refiere a casos concretos, sino que resume el marco normativo nacional e internacional en relación a géneros; tiene consideraciones generales sobre los objetivos; el ámbito de alcance y un pequeño mapa de procedimiento ante situaciones de violencia. Este documento se orienta a construir espacios seguros y libres de violencia contra la mujer; evitar la revictimización una vez que se tiene conocimiento de una situación de violencia; asegurar personal especializado encargado de la implementación y seguimiento del protocolo; consentimiento informado en los procesos de atención a las personas en situación de vulneración de derechos humanos; asegurando confidencialidad.
Decidimos encarar este proyecto de manera conjunta con otro espacio, porque creemos que más miradas enriquecen el trabajo. “E género y diversidad” nos acompañó y guio en la construcción del protocolo. Conversamos con la Licenciada Ana Paula Ortiz Sosa, una de sus integrantes, para saber cómo vivieron ellas el proceso.
“Se realizó un proceso de co-construcción, junto al equipo, utilizando metodologías ágiles dónde nos enfocamos en las necesidades de la institución, generando un instrumento que aborde tanto situaciones intra institucionales como extra. Dando herramientas claves para abordarlas”, explica la Licenciada en Trabajo Social que forma parte de la Comisión de Género del Colegio Profesional, el Observatorio de Salud Mental y Mujeres en Tecnología Córdoba.
Según Ana, las ventajas de que organizaciones cuenten con este tipo de protocolos tiene que ver con tener un camino claro para abordar situaciones evitando la re victimización de las personas y generando acciones de protección y prevención. “Sumado a esto, se genera una cultura organizacional clara respecto a espacios libres de violencia”, agrega.
La actuación del protocolo tendrá lugar en los ámbitos en donde todos los integrantes de cualquier organización se desempeñen, así como también en los territorios y comunidades con las cual se trabaja. Oficina, lugar de trabajo, viajes, campo, territorio, reuniones de trabajo, internas y con otras organizaciones, en las comunidades territoriales, en encuentros y en la vinculación y articulación con otras organizaciones. En el caso del mapa de procedimiento, se refiere a la búsqueda óptima, estructural y enfocada en acciones propositivas: Prevención, para evitar que algo ocurra, y reparación, en caso de que suceda.
Las expectativas son muchas, en primer lugar que sea más explícito cuáles son las situaciones de violencia de género y que se desnaturalicen y cuestionen las prácticas en la vida cotidiana de las personas y de las organizaciones en los territorios. “Esperamos que el protocolo sea un instrumento de consulta, de debate, un disparador que tome vida. Que sea parte de la cotidianidad de las organizaciones, que se pueda revisar constantemente, que nos ponga en tensión para adaptarlo a cada situación y en cada contexto”, concluye Verónica.