Tejiendo redes: Colectivo CASA

En contexto de pandemia y aislamiento social, las redes de trabajo se fortalecen. En medio de la incertidumbre y el desconcierto social, renovamos la apuesta al trabajo en equipo, a construir con otres. Así, decidimos realizar una serie de entrevistas para que puedan conocer los espacios con los que a diario realizamos nuestra labor, sin los cuales todo esto no sería posible.

En este caso, hablamos con Angela Cuenca Sempertegui, Coordinadora del Colectivo CASA, institución sin fines de lucro que apoya el fortalecimiento de las organizaciones sociales que participan de los movimientos en defensa de los derechos ambientales desde el enfoque de la Ecología Política y la Gestión de Conflictos Socio Ambientales.

La Ing. Agrónoma, ecofeminista, activista y defensora de derechos humanos y socio ambientales, cuenta que el Colectivo de Coordinación de Acciones Socio Ambientales nació en febrero de 2008, en la ciudad de Oruro, Bolivia. En ese momento, “mientras en las comunidades se luchaba porque no desvíen el río para el llenado de un tajo de minería a cielo abierto, en la ciudad se negociaba con la empresa minera sobre el tipo de faroles que se iban a poner en el estadio para la Copa Libertadores”.

Por eso, la define como “una organización que nace desde la indignación y ante la preocupación por acompañar de un modo más cercano a las comunidades en situación de conflicto ambiental con operaciones mineras. Principalmente, al identificar la desigualdad y la injusticia que rodean este tipo de conflictos”.

Además, detalla que “en los 13 años que llevamos de trabajo, hemos podido también reflexionar y reconocer que en medio de la injusticia ambiental se vive otra forma de violencia estructural: la patriarcal. Esto, a partir de una participación activa de las mujeres que luego no se representa en los espacios de decisión”.

Esta institución participa en eventos y hace incidencia local, nacional e internacional. Acompaña y fortalece a organizaciones y comunidades que sostienen demandas socio ambientales. Realizan formaciones con la Escuela Itinerante de mujeres defensoras Warmi Yaku, que recorre las comunidades fortaleciendo políticamente a las mujeres en la defensa de derechos. También están impulsando internacionalmente la Escuelita por la Justicia Climática Feminista, apostando por la educación popular feminista como herramienta que reconoce los múltiples saberes. “Pensamos que las mujeres con las que trabajamos tienen un cúmulo de conocimientos y tratamos tan solo, de facilitar el proceso de revalorización”.

Forman investigadoras comunitarias intentando desafiar el obstáculo de las miradas externas y construir conocimientos y datos que sirvan y sean devueltos a los procesos. “Confiamos en la investigación militante como espacio de disputa política”.

Producen contenido como forma de proteger a las defensoras. Combinan realidades con técnicas de arte, así recogen las vivencias, denuncias y propuestas de las mujeres y sus comunidades. Además, hacen difusión por medios alternativos; campañas de denuncia y sensibilización con acciones presenciales o virtuales utilizando numerosas plataformas como su página web, Facebook, el blog OIEDC, Twitter y grupos de WhatsApp. Sumado a eso, “tenemos un equipo de acompañamiento psicosocial, porque lo emocional también es importante para la defensa del territorio”, cuenta.

En el marco de todo ese trabajo y en relación al cruce con Fundación Plurales, Angela explica que “somos aliados naturales. Compartimos visiones y acciones, hemos participado de espacios de incidencia, de fortalecimiento de capacidades y la protección de defensoras ambientales. Visibilizamos los despojos por extractivismos, acompañamos de forma directa a las organizaciones sociales, apostamos por procesos y no solo actividades, impulsamos escuelas de formación política ambiental feminista y somos organizaciones comprometidas con la defensa de derechos”.

Para concluir, y pensando en el contexto actual, resalta cuatro grandes y fundamentales desafíos, de muchos otros. “Uno de los grandes desafíos que nos ha traído la pandemia es poner la vida en centro y reconocer que la defensa del agua, la alimentación y la salud en contextos extractivos es urgente y más aún en este contexto de pandemia, donde los impactos y las necesidades en las mujeres se han amplificado”. El segundo es “mantener las acciones y continuar el tejido político socio ambiental a distancia y desde la virtualidad. No todas las comunidades y menos las mujeres, tienen acceso a la tecnología”.

Otro es la “defensa de derechos frente al impulso que están dando los gobiernos a los extractivismos, a título de reactivación económica”. Y el último y más sentido es “la contención emocional a las defensoras que son quienes cargan las crisis, además de seguir luchando por que se escuchen sus voces en comunidades patriarcales”.

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